La identificación, evaluación y tratamiento del riesgo no es solo un requisito legal. Sus implicaciones van más allá, ya que pone de manifiesto el compromiso con la integridad de los trabajadores y la sostenibilidad operativa de la organización. Es la piedra angular de cualquier sistema de gestión SST, por lo que requiere formación especializada y experiencia.

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La correcta evaluación del riesgo puede marcar la diferencia entre un entorno seguro y una situación de alto riesgo. Contar con personal capacitado no solo garantiza el cumplimiento normativo, sino que permite aplicar metodologías eficaces de identificación de peligros y tratamiento del riesgo conforme a normas internacionales como ISO 45001.

En qué consiste el tratamiento del riesgo y por qué es importante

El tratamiento del riesgo es un proceso estructurado y sistemático que se fundamenta en tres pilares:

  • Identificación de riesgos: cualquier fuente, situación o acto que pueda causar daños.
  • Evaluación del riesgo: probabilidad de qué ocurra y daños potenciales que puede provocar.
  • Determinación de controles: medidas preventivas o correctivas para mitigar, controlar o eliminar el riesgo.

Además de su función preventiva, este proceso es clave para optimizar recursos, cumplir con la legislación vigente y mejorar el desempeño general del sistema de gestión de seguridad y salud en el trabajo. La evaluación de riesgos es la base sobre la que se sustentan todas las acciones preventivas.

¿Cuándo se debe realizar una evaluación de riesgos?

Realizar una única evaluación no es suficiente. El procedimiento debe actualizarse cada vez que se produzcan cambios relevantes en la organización, solo así el tratamiento del riesgo será realmente eficaz. Motivos concretos para una nueva evaluación:

  • Incorporación de nuevos equipos o maquinaria.
  • Cambios en los flujos de trabajo.
  • Introducción de nuevos procesos de trabajo.
  • Incidentes o accidentes.
  • Nuevas normativas legales.
  • Deficiencias en los controles existentes.

Por otra parte, hay que tener en cuenta que esta evaluación para el tratamiento del riesgo debe ser continua, dinámica y adecuada al contexto de la organización. Se asegura así que los riesgos se mantienen bajo control y que las medidas implementadas siguen siendo eficaces.

Cómo realizar una evaluación para el tratamiento del riesgo paso a paso

El tratamiento del riesgo es un proceso que requiere de rigurosidad, cumpliendo unas fases imprescindibles:

1. Identificación de los riesgos

Este primer paso es identificar cualquier fuente, situación o acción que tenga potencial de provocar daños. Para ello, es necesario observar el entorno de trabajo y analizar de forma sistemática las actividades, procesos, equipos, productos y personas involucradas en cada tarea.

Más allá de una inspección exhaustiva del lugar de trabajo, es importante consultar manuales técnicos y otra documentación aportada por fabricantes o proveedores. La revisión de registros de incidentes de trabajo, accidentes y casi accidentes también puede ofrecer información básica sobre riesgos o condiciones inseguras no resueltas.

Por otra parte, no hay que obviar factores ergonómicos, psicosociales o relacionados con la organización del trabajo. Estos factores también pueden generar riesgos relevantes para la salud de los trabajadores.

2. Evaluación de los riesgos

Implica analizar la probabilidad de que ocurra un evento no deseado y la gravedad de sus consecuencias. Para ello, hay que tener en cuenta factores como el tipo de exposición, su frecuencia y duración, así como el número de personas potencialmente afectadas.

La herramienta que se usa con más frecuencia en esta tarea es la matriz de riesgos, que permite clasificar los riesgos en bajo, medio, alto y crítico y priorizar su tratamiento. En entornos complejos se puede recurrir a métodos más específicos, como el análisis modal de fallos y efectos (AMFE).

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3. Implementación de medidas de control

En función de la clasificación de los riesgos, se deben establecer medidas de control proporcionales estos. Lo adecuado es aplicar la jerarquía de controles, priorizando las acciones que actúan sobre el origen del peligro.

Las medidas de tratamiento del riesgo más efectivas son aquellas que lo eliminan por completo. Cuando esto no es posible, se puede optar por sustituir el proceso o material, rediseñar tareas o reorganizar turnos. La formación, al igual que el uso de equipos de protección individual.

La elección de las medidas debe basarse en criterios de eficacia, viabilidad técnica y coste. Además, se debe realizar teniendo en cuenta la opinión de los trabajadores.

4. Documentación de la evaluación de riesgos

Una evaluación para el tratamiento del riesgo carece de valor si no se documenta. Este registro debe incluir la metodología utilizada, los peligros identificados, la valoración de los riesgos, las medidas adoptadas y la justificación de las decisiones que se tomen.

La documentación facilita la trazabilidad del proceso, sirve como evidencia ante auditorías y permite revisar y mejorar las acciones preventivas. En organizaciones con un sistema de gestión certificado, esta documentación se debe integrar en el sistema de información del sistema de gestión SST.

5. Revisión y actualización

Como se ha adelantado, la evaluación de riesgos es un proceso que se debe actualizar periódicamente o cuando cambien las condiciones del entorno laboral. Es un aspecto que se debe definir en el plan de gestión y ajustarse al perfil de riesgo de la organización.

Asimismo, es necesario verificar que las medidas implementadas funcionan como se esperaba. Para ello, se pueden utilizar indicadores de desempeño, auditorías internas y consultas con el personal implicado.

Herramientas y técnicas de evaluación de riesgos

La elección de la técnica de evaluación depende de diversos factores: el tipo de actividad, la complejidad de los procesos y el nivel de precisión requerido. En entornos simples pueden aplicarse métodos cualitativos como listas de verificación o matrices de riesgo, que permiten clasificar los peligros de forma ágil.

Para contextos con mayor incertidumbre o riesgo potencial elevado, se recomienda utilizar enfoques semicuantitativos, que asignan puntuaciones numéricas a distintos factores del riesgo. En caso de que se requiera un análisis detallado, se aplican métodos cuantitativos como el AMFE o el árbol de fallos, que requieren mayor formación, pero proporcionan una base sólida para la toma de decisiones.

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