Los riesgos representan oportunidades, pero siempre será mejor evitarlos. La reducción de riesgos es un objetivo comprensible para los profesionales dedicados a la gestión de riesgos.

Por supuesto, la reducción de riesgos es parte del enfoque tradicional. Algunos empresarios muy avezados podrán creer que un alto nivel de riesgo implica recompensas atractivas, si se logra sobrevivir al impacto de las probables amenazas.

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Esto tiene que ver con el apetito de riesgo de la organización. La reducción de riesgos, no obstante, es un propósito siempre recomendable. La razón es clara: la seguridad genera crecimiento y el crecimiento aumenta la rentabilidad.

¿Cómo generar reducción de riesgos empresariales sin dejar de aprovechar las oportunidades?

Ante la disyuntiva, lo prudente es crear estrategias flexibles, dinámicas y creativas para producir la necesaria reducción de riesgos, sin dejar de aprovechar oportunidades evidentes.

El objetivo es minimizar la exposición al riesgo, siempre estando atentos a interesantes oportunidades que requieran un compromiso admisible y gestionable para la organización. Estas cuatro estrategias resultarán muy útiles:

1. Establecer si vale la pena correr el riesgo

La reducción de riesgos empresariales plantea un dilema para los profesionales encargados de la gestión. Eliminar o reducir riesgos empresariales es un objetivo que plantea otro problema implícito: paralizar la producción o ralentizarla.

Ante la duda, el criterio que debe inclinar la balanza tiene que ser la calificación del riesgo. Aunque parezca contradictorio, los riesgos pueden ser buenos o malos. Los buenos, son los que conllevan atractivas oportunidades, a la vez que presentan impactos negativos que se pueden calcular y controlar.

Los malos son los que apenas son especulativos y no se dispone de información confiable y suficiente para tomar decisiones. Usualmente los lanzamientos de nuevos productos o la entrada a mercados inexplorados son decisiones que representan riesgos empresariales.

La calificación, de acuerdo con los parámetros expuestos, es la que determinará si se asume el riesgo o se opta por la reducción de riesgos empresariales. El apetito de riesgo, e incluso, la cultura de riesgo de la organización, son las consideraciones que llevan a la decisión final.

La cultura de riesgo tiene que ver con el entusiasmo o rechazo que muestre el equipo de trabajo frente al riesgo. Por supuesto, si la organización cuenta con empleados preparados y deseosos de correr riesgos, y el riesgo ha sido calificado como bueno o por lo menos aceptable, la decisión es clara. Lo contrario sugiere que lo mejor es elegir la reducción de riesgos empresariales.

2. Realizar una evaluación total y panorámica de los riesgos empresariales

Algunos profesionales limitan la tarea de reducción de riesgos empresariales al interior de las instalaciones de la empresa. Los riesgos empresariales o comerciales, sin embargo, están dentro y fuera de la organización.

Por supuesto los internos son más fáciles de identificar, evaluar y controlar. Los externos suelen ser de grandes proporciones y usualmente afectan por igual a todas las industrias del mismo sector.

Los riesgos empresariales externos se ajustan en cuatro preocupaciones: políticas, económicas, sociales y tecnológicas. El análisis PEST es la herramienta indicada para obtener una evaluación que permite identificar los riesgos empresariales externos de la organización.

Los resultados del análisis PEST facilitan la planificación y la toma de decisiones. De hecho, es en esta clase de riesgos en donde mejores oportunidades se encuentran.

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3. Anticiparse a los acontecimientos

La gestión de riesgos proactiva es la que logra contener amenazas antes de que generen su impacto negativo. La reducción de riesgos empresariales, sin embargo, requiere aún mayor capacidad de anticipación.

El objetivo es la reducción de riesgos empresariales, sin sacrificar el beneficio que implica aprovechar oportunidades. Si esto es lo que se busca, es preciso contar con el tiempo suficiente para clasificar los riesgos, revisar dentro y fuera de la organización, realizar análisis como PEST, y obtener la información necesaria para la toma de las mejores decisiones.

La capacidad que tenga el equipo de gestión de riesgos para anticiparse a los acontecimientos será definitiva para minimizar riesgos y aprovechar al máximo las oportunidades.

La gestión de riesgos proactiva es un propósito de equipos que trabajan hoy sobre los problemas que tendrán impacto en un tiempo prudencial posterior.

4. Aprovechar las oportunidades

Parece redundante, pues es el titular de esta sección. Sin embargo, la recomendación aquí es asumir la búsqueda y el aprovechamiento de oportunidades como un enfoque sistemático en la gestión.

Algunos beneficios están ocultos tras una pila de amenazas. También se encuentran oportunidades que, en apariencia, no representan ningún riesgo. El profesional en gestión de riesgos tiene que buscar las dos caras de la moneda en todos los eventos que evalúa.

Los Sistemas de Gestión de Riesgos automatizados y digitalizados ofrecen información, mapas de calor, datos y registros que facilitan el trabajo de los profesionales en esta área. La formación es el elemento decisivo para la aplicación de cada una de estas estrategias.

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