La gestión empresarial requiere “empezar con un fin en mente”. Esto nos quiere decir que el primer paso para emprender un plan de negocio es tener una visión de futuro. Esta es la forma de iniciar correctamente la ejecución de nuestra estrategia. Es decir, empezar un proyecto con una compresión del destino al que se quiere llegar.

En ocasiones, se cae en el error de tener numerosas tareas y desvincularnos de lo verdaderamente importante que es la idea que queremos perseguir en nuestra gestión empresarial. Tener un objetivo claro nos ayudará a desechar aquellas cosas innecesarias que eclipsan nuestra meta.

La estrategia debe ser clara, legible y entendible para que esta llegue a cumplirse efectivamente. Los empleados de una organización deben conocer al detalle el objetivo con el que se trabaja. De esta forma, comprenderán mejor su oficio y pondrán al servicio de la organización todo su potencial.

La visión de la estrategia es una creación mental que luego se verá materializada en la creación física.

Centrándonos en un ejemplo de una organización, si se quiere alcanzar el éxito debemos definir con claridad lo que se está tratando de conseguir. El nivel en el que uno comience con un fin en mente determina si se puede o no crear una empresa exitosa. Por el contrario, los fracasos son por quedarse estancados en la primera creación y no materializarla correctamente.

Influencias en la gestión empresarial

Todas nuestras actuaciones están guiadas, en la mayoría de los casos, por personas y demás vínculos externos que hacen que actuemos influenciados. Lo que realmente debemos hacer es actuar por nuestros propios principios. Capacidades de las personas como la autoconciencia, imaginación o conciencia moral nos ayudan a producir nuestro propio guion.

En el ámbito empresarial, debemos ser proactivos a la hora de trabajar con una idea fijada sin influenciarnos por los demás. El objetivo final es nuestro cliente y a él nos debemos para conseguir nuestra estrategia de la mejor forma posible.

El líder y el administrador

Hay una diferencia muy clara entre administrador y líder. Para la consecución del éxito, el líder permite conseguir lo que nos proponemos, ya que tiene una visión diferente a la de un administrador o director de una organización.

Para que lo entendamos mejor. El administrador piensa cómo puede hacer mejor ciertas cosas. Por otro lado, el líder traspasa ese límite y plantea la misma cuestión desde otra perspectiva. Esta es cuáles son las cosas que quiero realizar. En palabras de Peter Drucker y Warren Bennis, “administrar es hacer las cosas bien, liderar es hacer las cosas correctas”.

La efectividad de nuestra gestión del cambio o de nuestra ejecución estratégica organizacional siempre saldrá a flote gracias a un liderazgo efectivo. Este debe estar en manos de un líder que motive al equipo de trabajadores para desempeñar todo su talento en lo que están haciendo. Además, deberá posicionar la visión de futuro y plantear una gestión del cambio factible. Todo ello, sin miedo y adaptada a la continua variación de la sociedad y del entorno.

El liderazgo se entiende como aquella acción de crear una visión que ayude a vislumbrar el futuro de la organización. Para ello cuenta con una estrategia empresarial bien planificada y con un equipo de empleados preparados, comprometidos e involucrados en su ejecución para lograr los objetivos.

El líder tiene un perfil diferenciador, con un carácter proactivo y empático, que ve en los problemas distintas formas de aprendizaje para fortalecer la empresa, desde las capas más bajas hasta la alta dirección.

Fundamentos de la gestión

La autoconciencia nos ayuda a posicionar nuestra estrategia empresarial para desenvolver mejor la ejecución que tengamos pensada bajo ese guion ya pre-escrito y visualizado mentalmente. De esta forma, nuestro plan se asentará sobre bases sólidas y nuestra gestión empresarial será más consecuente.

Para gestionar mejor el cambio, la persona debe conocer perfectamente el núcleo desde el que parte todo y cómo enfocar este cambio, de modo que no desconfigure la razón de ser de una empresa. Este debe conocer las vías factibles para poder desempeñar una gestión con éxito con un equipo de trabajo comprometido con los valores de la organización.

La estrategia tiene un núcleo central del que parten los demás factores. Cada persona es única y singular, cuenta con un potencial y capacidad para desempeñar lo que realmente se plantea. Por ello, solo tenemos que averiguar lo que deseamos hacer y poner toda nuestra capacidad para alcanzarlo. Teniendo claro que somos distintos por nuestras peculiaridades individuales, tenemos que saber que todos necesitamos una base sólida que nos sirva de seguridad, guía, sabiduría y poder.

Para concluir

En definitiva, lo que debemos hacer es crear una base sólida en la toma de decisiones para la ejecución estratégica, basada en principios que nos orienten y nos sirvan de guía, que se sustente en la sabiduría y que permita desarrollar todo nuestro potencial.

El hecho de basar nuestra vida en principios hace que veamos las cosas de una forma u otra y, por consiguiente, actuemos indistintamente. Así hemos fundamentado una vida altamente efectiva y proactiva.

Un liderazgo efectivo se consigue a través de la utilización de la totalidad del cerebro. El hemisferio izquierdo es más lógico y verbal y el derecho es más creativo. No obstante, la complementación de ambos hemisferios cerebrales, provoca que uno u otro tienda a prevalecer en cada individuo. Lo ideal es conseguir una comunicación entre ambos, de forma que primero se pueda aleccionar qué es lo que requiere cada situación (gestión del cambio) y después emplear los mecanismos adecuados para abordarla (ejecución de la estrategia).

Lo realmente destacable es que el cerebro es capaz de llevar a cabo muchas funciones y cuando somos conscientes de sus diversas aptitudes podemos utilizar nuestra mente para satisfacer las necesidades específicas que se nos presentan.

Si desea conocer más claves de gestión, estrategia y liderazgo, siga atento a nuestro blog y a nuestra sección de cursos.